La Asociación Plataforma Canaria Educación Inclusiva recuerda que no se puede hablar de inclusión y al mismo tiempo defender la segregación, porque son conceptos totalmente opuestos.
Si los partidos políticos quieren comprometerse de verdad con la inclusión del alumnado con discapacidad, deben empezar exigiendo al Gobierno que no abra más aulas enclave y que garantice su escolarización en centros ordinarios, junto a sus compañeros y compañeras.
Mantener a niños y niñas separados en contra de la voluntad de sus familias vulnera derechos fundamentales como el derecho a la educación en igualdad y contraviene la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, ratificada por España en 2008.
La verdadera inclusión no consiste en crear aulas especiales, sino en ofrecer apoyos dentro del aula, adaptar la enseñanza a las necesidades de cada estudiante y promover la cooperación entre docentes y especialistas. Es un cambio de mirada: pasar de “separar para atender” a “atender sin separar”.
La experiencia internacional demuestra que es posible. En Portugal, desde la reforma educativa de 2018 (Decreto-Ley 54/2018), se eliminaron casi todas las clases segregadas. En apenas cinco años, la tasa de titulación del alumnado con discapacidad aumentó un 20 %, mientras que el abandono temprano cayó más de un 30 %.
Los resultados hablan por sí solos: los modelos inclusivos, como el portugués o los del norte de Europa, alcanzan tasas de finalización del 85-95 %, con altos niveles de autonomía y bienestar social. En cambio, los modelos segregados apenas llegan al 40-60 % y generan mayor estigmatización y menor empleabilidad.
Por eso añadimos este gráfico, que muestra claramente la diferencia entre exclusión, segregación, integración e inclusión, junto al cuadro comparativo entre modelos educativos. Porque segregar no es incluir.
                                    


